Viaje

¿Por qué voy a Esmeraldas?

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Con Chio Castillo, Casa Asvoria, Cuenca-Ecuaddor, 2016

«¿Por qué quieres ir a Esmeraldas?», me preguntó Ismael, el líder del grupo cuando me ofrecí a unirme. Por tantos años ha sido uno de mis sueños frustrados. Las razones las había tomado por sentado. Era obvio, ¿no? Pero al intentar ponerlo en palabras me di cuenta que no lo había dicho en voz alta hasta ahora.

Ir a Esmeraldas significaba un viaje de 16 horas en carro. Dos días de viaje, tres días de trabajo duro dando una fiesta a 350 niños, en calor sobre los 32 grados centígrados. En comunidades remotas en la selva esmeraldeña donde no hay agua potable, ni energía eléctrica estable, ni alcantarillado, ni señal telefónica. Hace años que dejé de trabajar con niños, ¿iba por ellos? Siempre quise ser misionera, pero dejé de serlo hace años. Después de pensarlo, esto es lo que le respondí. 

Voy por la Chio Castillo, porque ella es mi amiga. porque su historia la viví de cerca, porque su historia me rompió primero el corazón. Voy porque la amo a ella, y quiero entender cómo es vivir amando lo que ella ama. Ella ama a estas comunidades, a estos 350 nombres (y más). He visto su corazón extenderse a personas que odiaba, a personas que la lastimaron y le quitaron toda la esperanza. El amor que ella ahora vive me contagia y quiero aprender de cerca como este amor que es de otro mundo te marca y se vive ordinariamente.

Voy porque me da miedo. Pensaba que no he ido antes por miedo a la inseguridad, por viajar sola, o por ser algo desconocido. Pero este año me di cuenta que no he ido también por miedo a sentir la necesidad y el quebranto de otro en carne propia. Por miedo a apropiarme de un dolor ajeno. Pero el amor se deja romper a si mismo para entender, el dolor te tiene que atravesar para que pueda entrar la compasión.

Estoy lista para romperme, dejar que la misma compasión que movió las entrañas de Jesús me atraviese, estoy lista para llorar un poco más, pero ahora de cerca, con los rostros en mi memoria, con nombres en mis labios y en el corazón. El amor se da a sí mismo, se deja morir. No me siento orgullosa decir que me ha tomado años llegar aquí. Pero es algo que Dios ha trabajado en mi y es más que un viaje para «vivir algo nuevo». Para mi es un viaje que espero me enseñe a amar más como Dios ama. 

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